Ser al mismo tiempo mujer, negra y rapera es una mezcla que no pasa inadvertida en una sociedad como la nuestra. Este es un motivo de orgullo: haber alcanzado el éxito sin dejar de ser ella.
Cada vez hay menos personas en el mundo que no saben quién es Goyo, una chocoana que llegó a Bogotá con los bolsillos más llenos de sueños que de dinero y con unas ganas -que aún no se extinguen-, de visibilizar a su región y sus problemáticas a través de canciones festivas que mueven el cuerpo y el corazón.
Desde pequeña vio que la vida no era fácil. Lo vivió a través de su madre y sus tías, un ejército de matronas que se encargaron de amarla y ‘de sacarla adelante, sin importar que para eso tuvieran que irse de Condoto y hasta del país.
Con esa misma templanza, Goyo ha cantado lo que ha querido, como ha querido y donde ha querido. Ha cumplido con su grupo cada sueño que se han propuesto y ya firmaron con una disquera tan grande como Sony, después de haber recorrido un camino de autogestión.
Aunque el tiempo ha pasado, desde aquella primera vez que se trepo a los escenarios, la emoción sigue siendo la misma como de aquel primer día, hoy su rostro aparece en las más importantes campañas de moda en toda Colombia, su voz es un regalo de los dioses, su música suena a la par de artista ya consagrados y aunque ha alcanzado diferentes metas, inalcanzables para muchos chicos de sus edad, su hambre por llevar alegría y un mensaje de unión a miles de hogares la motiva a seguir trabajando como el primer día.
Esa es Goyo, una voz autentica en el género.
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